domingo, 26 de febrero de 2012

¡ QUE LLUEVA! ¡QUE LLUEVA!



Os comenté  que estoy un poco desanimada, mi corazóncito requiere un poco de atención, mimos y descanso, " pero... no descanso total".


Ayer me invitaron mis hijos a comer a Laspuña (Huesca), os lo recomiendo.
Casi todos los fines de semana por una cosa o por otra visito la montaña.  Sí los ánimos  están a tope, subo a La Ainsa o más allá.   Si estoy  a medio gas voy a comer o simplemente a tomarme un café a la Villa de ALQUEZAR.; está cerquita y mi "Rover" lo agradece.
Si puede ser en buena compañía. ¡Mejor!
Disfruto de Alquezar, siempre la encuentro distinta, siempre bella, la luz allí tiene toda la gama de colores, el atardecer pone "sonrosada" la COLEGIATA,  las sombras se van alargando por aquellas paredes verticales. Veo a jóvenes escalando;  puedo quedarme ratos y ratos  mirando  como suben trocito a trocito los cañones  de  Guara, a mi parecer sin sombra de cansancio.
¡ Qué suerte!


Cuando empiezo a contar mis aventuras siempre me voy de una cosa a otra.


Retomo el viaje  a  Laspuña.
Comimos en un restaurante acogedor, el día soleado, bello, luminoso, caluroso.
Charlamos, reímos, caminamos;  me gusta la  familia, la compañía; sentirme querida...
¿ A quién NO ? 
Al terminar la comida   casi es un ritual,  me levanto y abrazo a  mis hijos o, a los amigos/as y les digo:
¡ FELICIDADES!


- Esta palabra tiene un efecto Mágico...
El camarero con toda delicadeza casi siempre nos invita después de tomar el café a un chupito o unos dulces.
Sé que se alegra que celebremos "algo", casi nunca pregunta el
 ¿ por qué? de nuestra alegría,  él también se siente cómplice de nuestra felicidad.-  ¡ Gracias!
Otras veces le hago participe de nuestra vida, de aquellos momentos.


Doy miles de gracias porque me quieren y quiero, soy feliz con mis recuerdos,  quiero vivir, sentir, tengo ilusiones, ganas de beberme la vida aunque sea a pequeños sorbos...


La única nota discordante es la falta de agua en los pantanos, la poca nieve en el Pirineo; todo está seco, los prados no tienen el verdor que deberían tener... todo está amarillento.
Pero he ahí el ¡Milagro!,  los almendros con sus flores suavizan el paisaje lo llenan de vida.
Deseo que sus flores y sus frutos lleguen a buen puerto que no haya una "mala helada" que los queme, que la naturaleza siga su curso.
El día se va terminando... miro todo con ambición para que quede atrapado en mi memoria.
Regreso con un cierto dolor por la sequía y mentalmente  canto una canción de mi niñez:


¡ QUE LLUEVA...!  ¡QUE LLUEVA...!   La virgen de la cueva...




María Luisa.